Convertirse significa volverse, pasar de una situación vital a otra situación opuesta, comunmente se habla de que una persona se ha convertido cuando cambia radicalmente de vida. Un hermano adicto se convierte, cuando deja el alcohol y las drogas y se pone en camino de una rehabilitación integral porque no basta con la abstinencia, hay que avanzar en el crecimiento espiritual, mejorar la salud física y psicológica, la actitud con la familia, con el entorno laboral con el vecindario, etc.
Se convierte también el que delinque,
el que trafica droga porque decide llevar una vida honrada y de tener
un trabajo digno, de beneficio para la comunidad y no que la
perjudique.
Cuando empleamos la palabra conversión,
en el lenguaje religioso, nos referimos a la vuelta
a Dios.
Alguien pronuncia
nuestro nombre y nos volvemos para ver quién nos
llama y qué quiere.
Jesús por ejemplo, Resucitado se apareció a un perseguidor de la
Iglesia y lo derribó del caballo y le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por
qué me persigues?”, él estaba persiguiendo a la Iglesia pero
Jesús se indentifica con la Iglesia que El formó. “Yo pregunté
¿Quién eres Señor?” dice Saulo, “Yo Soy Jesús Nazareno, a
quien tu persigues. Yo pregunté ¿Qué debo
hacer?” Así describe San Pablo su propia conversión,
que consiste en obedecer
lo que Dios quiere
de cada uno. Porque confiamos
en que Dios en nuestro Padre, que nos ama, que quiere lo mejor para
nosotros.
¡Sí!, sí es Dios quien ordinariamente
llama a través de mediaciones humanas, de personas comprometidas
como los de Narcóticos Anónimos, llama a través de los
acontecimientos, a través de los dolores, dificultades o
enfermedades que podamos tener. Y la persona mira a Dios y le
pregunta qué debo hacer Señor. Jesús dijo, nadie viene a Mí si el
Padre no lo atrae.
Es Dios nuestro Padre Bueno, que nos
invita a convertirnos, que quiere darnos lo
mejor. Desde el primer momento debe quedar claro que la
iniciativa de acceso a la fe parte de Dios, nuestro Padre. El
es quien da el
primer paso.
Esta respuesta de
fe se expresa en las Sagradas Escrituras en términos como
los siguientes: mantenerse fieles a
Dios, esperar confiadamente
en El, son expresiones que manifiestan
actitudes del verdadero creyente, que tiene confianza en la persona
que revela y que tiene una acogida fiel a su Palabra. Estas actitudes
son también don de Dios.
Jesús personifica en sí mismo las dos
actitudes: de Dios al hombre lo cual se llama revelación y de
el hombre a Dios lo cual se llama fe en El. Por eso a sido
constituido en puente o pontífice entre Dios Padre y los hombres,
entre estos y Dios.
En múltiples ocasiones y de muchas
maneras habló Dios antiguamente, a nuestros padres por los profetas
y ahora en esta etapa final
nos ha hablado a
través de su hijo
Jesucristo, dice la carta a los Hebreos. La única
cuestión importante es encontrarse con Jesús para conocer a Dios.
El es el camino que nos conduce al
Padre. Encontrarse con Jesús es el corazón de la fe y de la
verdadera conversión. ¿Y dónde podemos
encontrarnos con Jesús? En el
ser humano hombre o mujer, especialmente en el pobre “Tuve hambre y
me diste de comer”, en el excluído, en el que sufre enfermedad
“Estuve enfermo y me visitaste”. Jesús dijo, “cada vez que lo
hicieron con un hermano mío más humilde lo hicieron conmigo”.
Pero ninguna realidad humana agota a Cristo.
Ninguna persona humana es Dios y por
eso es difícil encontrar en la persona humana el rastro o la huella
de Jesús el Cristo. Encontrar a Jesús
en sus hermanos, hombres
y mujeres de todos
los tiempos es gracias
a la acción del
Espíritu Santo, que nos abre los ojos de la
fe para descubrir esta presencia
misteriosa del Señor
encarnado y hecho uno
de nosotros.
Cuando un hombre o una mujer se
encuentran con Cristo en el
hermano o dentro de sí mismo, no puede por menos de salir de sí
mismo, de su individualismo, de su egoismo, se transforma
en solidario y se
abre a la nueva
vida que Dios le
ofrece. Por eso quiero felicitar a estos hermanos que nos
acompañan hoy día porque ellos saben devolver la mano y participar
en el grupo de Narcóticos Anónimos, no sólo para ellos mismos,
sino que también para tender la mano a otros, apadrinando a otros.
En el hermano pobre, en el enfermo, en el necesitado se oye la voz de
Dios, que despierta al Amor.
La vuelta a Dios, es decir la
conversión religiosa va siempre acompañada de la transformación de
la vida a través de los seres humanos. Si el
centro del corazón lo
ocupa Dios, el centro
de la vida la
constituye el querer de
Dios. Por eso El dice “Amense unos a otros como Yo los
he amado”. Ese el el testamento que nos dejó Jesús, no nos dejó
casa ni dinero sino que “Amense unos a otros como Yo los he amado”.
Como nos dice San Juan: “Si uno posee
bienes en este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad, le cierra
sus entrañas ¿cómo va a estar en el, el amor a Dios?
Transcripción de la primera parte del programa radial Familia sin drogas del 15-11-2012, puede descargar y escuchar el programa completo desde el enlace PROGRAMA RADIAL
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