jueves, 7 de marzo de 2013

Conversión.


Convertirse significa volverse, pasar de una situación vital a otra situación opuesta, comunmente se habla de que una persona se ha convertido cuando cambia radicalmente de vida. Un hermano adicto se convierte, cuando deja el alcohol y las drogas y se pone en camino de una rehabilitación integral porque no basta con la abstinencia, hay que avanzar en el crecimiento espiritual, mejorar la salud física y psicológica, la actitud con la familia, con el entorno laboral con el vecindario, etc.

Se convierte también el que delinque, el que trafica droga porque decide llevar una vida honrada y de tener un trabajo digno, de beneficio para la comunidad y no que la perjudique.


Cuando empleamos la palabra conversión, en el lenguaje religioso, nos referimos a la vuelta a Dios. Alguien pronuncia nuestro nombre y nos volvemos para ver quién nos llama y qué quiere. Jesús por ejemplo, Resucitado se apareció a un perseguidor de la Iglesia y lo derribó del caballo y le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”, él estaba persiguiendo a la Iglesia pero Jesús se indentifica con la Iglesia que El formó. “Yo pregunté ¿Quién eres Señor?” dice Saulo, “Yo Soy Jesús Nazareno, a quien tu persigues. Yo pregunté ¿Q debo hacer?” Así describe San Pablo su propia conversión, que consiste en obedecer lo que Dios quiere de cada uno. Porque confiamos en que Dios en nuestro Padre, que nos ama, que quiere lo mejor para nosotros.

¡Sí!, sí es Dios quien ordinariamente llama a través de mediaciones humanas, de personas comprometidas como los de Narcóticos Anónimos, llama a través de los acontecimientos, a través de los dolores, dificultades o enfermedades que podamos tener. Y la persona mira a Dios y le pregunta qué debo hacer Señor. Jesús dijo, nadie viene a Mí si el Padre no lo atrae.

Es Dios nuestro Padre Bueno, que nos invita a convertirnos, que quiere darnos lo mejor. Desde el primer momento debe quedar claro que la iniciativa de acceso a la fe parte de Dios, nuestro Padre. El es quien da el primer paso.

Esta respuesta de fe se expresa en las Sagradas Escrituras en términos como los siguientes: mantenerse fieles a Dios, esperar confiadamente en El, son expresiones que manifiestan actitudes del verdadero creyente, que tiene confianza en la persona que revela y que tiene una acogida fiel a su Palabra. Estas actitudes son también don de Dios.

Jesús personifica en sí mismo las dos actitudes: de Dios al hombre lo cual se llama revelación y de el hombre a Dios lo cual se llama fe en El. Por eso a sido constituido en puente o pontífice entre Dios Padre y los hombres, entre estos y Dios.

En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente, a nuestros padres por los profetas y ahora en esta etapa final nos ha hablado a través de su hijo Jesucristo, dice la carta a los Hebreos. La única cuestión importante es encontrarse con Jesús para conocer a Dios.

El es el camino que nos conduce al Padre. Encontrarse con Jesús es el corazón de la fe y de la verdadera conversión. ¿Y dónde podemos encontrarnos con Jesús? En el ser humano hombre o mujer, especialmente en el pobre “Tuve hambre y me diste de comer”, en el excluído, en el que sufre enfermedad “Estuve enfermo y me visitaste”. Jesús dijo, “cada vez que lo hicieron con un hermano mío más humilde lo hicieron conmigo”. Pero ninguna realidad humana agota a Cristo.

Ninguna persona humana es Dios y por eso es difícil encontrar en la persona humana el rastro o la huella de Jesús el Cristo. Encontrar a Jesús en sus hermanos, hombres y mujeres de todos los tiempos es gracias a la acción del Espíritu Santo, que nos abre los ojos de la fe para descubrir esta presencia misteriosa del Señor encarnado y hecho uno de nosotros.

Cuando un hombre o una mujer se encuentran con Cristo en el hermano o dentro de sí mismo, no puede por menos de salir de sí mismo, de su individualismo, de su egoismo, se transforma en solidario y se abre a la nueva vida que Dios le ofrece. Por eso quiero felicitar a estos hermanos que nos acompañan hoy día porque ellos saben devolver la mano y participar en el grupo de Narcóticos Anónimos, no sólo para ellos mismos, sino que también para tender la mano a otros, apadrinando a otros. En el hermano pobre, en el enfermo, en el necesitado se oye la voz de Dios, que despierta al Amor.

La vuelta a Dios, es decir la conversión religiosa va siempre acompañada de la transformación de la vida a través de los seres humanos. Si el centro del corazón lo ocupa Dios, el centro de la vida la constituye el querer de Dios. Por eso El dice “Amense unos a otros como Yo los he amado”. Ese el el testamento que nos dejó Jesús, no nos dejó casa ni dinero sino que “Amense unos a otros como Yo los he amado”.

Como nos dice San Juan: “Si uno posee bienes en este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad, le cierra sus entrañas ¿cómo va a estar en el, el amor a Dios?

 Transcripción de la primera parte del programa radial Familia sin drogas del 15-11-2012, puede descargar y escuchar el programa completo desde el enlace PROGRAMA RADIAL

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