La
agresividad del niño puede manifestarse con palabras (el niño
contesta mal, grita o insulta) o con actos (rompe cosas o golpea a
las personas). En la mayoría de los casos, el niño se desahogará
con la simple agresión verbal. La conducta agresiva indica que el
niño tiene celos, se siente incomprendido o tratado injustamente o
sufre falta de atención.
Para
corregir la agresividad infantil no basta atajar correctamente los
accesos de ira. Lo importante es eliminar la causa de la agresividad.
En esto el papel más importante corresponde a la familia. En primer
lugar, el niño no debe tener en la familia un modelo de agresividad.
Vigile usted las veces que le grita. ¿Consigue usted dominarse? Es
indispensable crear para el niño un ambiente de tranquilidad y
comprensión. Tiene que sentirse aceptado, verse a sí mismo como un
miembro de pleno derecho de la familia, alguien que es necesario e
importante para los padres.
Ahora
bien, ¿Cuál es la mejor manera de reaccionar a la agresividad del
niño?. Gritándole o castigándolo no conseguirán que entre en
razón. Eso para el niño será la confirmación de sus temores. ¡No
me quieren! ¡No me comprenden!. Y se habrá conseguido todo lo
contrario de lo que se perseguía: el niño se vuelve más testarudo y
manifiesta su decepción por medio de agresiones.
Las buenas palabras tampoco sirven de nada, ya que el niño siente que con su conducta agresiva consigue la atención que necesita. Por lo tanto, es recompensado por su agresividad. Los argumentos de los padres, sea cual fuere la forma en que los expongan, no son captados por el niño debidamente y no surten efecto.
Si
existe el peligro de que el niño pueda hacerse daño a sí mismo o
a otros o de que rompa algo, hay que “llevárselo de escena”.
Con calma, pero con firmeza y sin decir palabra, hay que llevárselo
de la zona de peligro. Luego, pueden decirle brevemente: “cuando
te hayas tranquilizado, todos lo celebraremos y volveremos a estar
contentos”. En ningún caso se debe encerrar al niño.
Simplemente, hay que apartarlo del escenario del conflicto. Si
consiguen que no les afecte su rabieta, incluso puede ser preferible
permanecer a su lado. Así, cuando se le pase, tendrán la
oportunidad de dedicarle inmediatamente una atención positiva.
Estos accesos de agresividad pueden durar bastante. Por lo tanto,
deben mantener los nervios bien templados.
Toni de ocho años, estaba
considerado por sus padres como un Niño difícil desde los tres
años. La madre era muy nerviosa e impaciente y siempre estaba
regañando al niño. El padre, aparentemente tranquilo, podía
“estallar” de improviso y entonces gritaba a la madre. El
ambiente familiar no era, pues, lo que se dice armonioso. Además,
Toni tenía celos de su hermano de cuatro años.
Toni se sentía siempre ofendido,
atacado, incomprendido. No tenía amigos, y decía que tampoco
necesitaba a nadie. Con frecuencia, lo que provocaba en él actos de
enorme agresividad era cuando la maestra o un compañero decían
algo que no le gustaba o si durante la clase de dibujo se le rompía
la punta del lápiz de color…Y entonces salía corriendo de la
clase, daba puntapiés a la pared, derribaba sillas o pegaba a los
pequeños.
Un día en el patio, a la hora del
recreo, empezó a dar puntapiés a los párvulos, daba manotazos y
se echó al suelo, tuve que sacarlo del patio a rastras. Después me
amenazó con romperlo todo. Yo no respondí a su amenaza y sólo le
dije con calma: Me da mucha pena que estés tan enfadado conmigo”.
Él se quedó un momento desconcertado, pero se rehizo enseguida y
empezó a tirar al suelo los papeles de encima de la mesa. Me
observaba atentamente, espiando mi reacción. Yo (con un gran
esfuerzo) fingía indiferencia ante sus provocaciones. Le irritó
que sus actos no produjeran la reacción habitual y porfió. “¡Te
romperé el teléfono!” amenazó, y, observándome por el
rabillo del ojo, se fue lentamente hacia el aparato. Si en aquel
momento yo hubiera actuado le habría reafirmado en su agresividad.
Levantó el teléfono y lo dejó caer, pero con cuidado. Ahora ya no
se trataba de desahogarse rompiendo cosas; ahora la agresividad era
su manera de provocarme, de obligarme a reaccionar.
Yo seguía mirándole sin decir nada. Él dio unos puntapiés a la pared, arrojó mis lápices al suelo y se volvió hacia la ventana con cara hosca. Había llegado el momento de actuar. Le dije: “Me parece que alguien te ha hecho enfadar, ¿verdad?”. Él no contestó, pero se quedó quieto. “Duele mucho pensar que los demás no nos quieren. Supongo que a veces debes de sentirte muy solo. He visto que te gusta dibujar y que lo haces muy bien. Me parecen muy bonitos tus dibujos. El niño se iba relajando poco a poco, pero seguía sin contestar. Empecé a recoger los papeles y los lápices del suelo y dije: “Sería un buen detalle que me ayudaras a ordenar todas estas cosas”. Sin decir nada, me ayudó, y le dije “!Gracias por tu ayuda!.Así debe ser un buen compañero.
Se instruyó a los padres para que
obraran en consecuencia y procuraran descubrir y eliminar las causas
de la conducta agresiva del niño. Decidimos implantar un “Cuaderno
de buenas notas” o “de estrellas”. Naturalmente, un
niño agresivo llama la atención por su conducta negativa. Los
padres se sienten obligados a reprender y sermonear a su hijo
“difícil” y muchas veces pasan por alto las cualidades del niño.
Si él recibe sólo reacciones a su conducta negativa, no se sentirá
motivado para mejorar su comportamiento. El cuaderno de las estrellas
sirve también para inducir a los padres a prestar más atención a
las cualidades positivas de su hijo. El cuaderno de las estrellas
ayudará al niño a desarrollar seguridad y confianza en sí mismo,
con lo que los desencadenantes de las agresiones irán perdiendo
fuerza.
Ref.
:apoclam.org - Temas para trabajar en Familia. .
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